sábado, 16 de noviembre de 2013

SAN HÉCTOR, EL PRIMER SANTO ARGENTINO



Nació en Buenos Aires en 1910.  A los cuatro años se radicó en España con su familia. Ingresó en las Escuelas Cristianas de La Salle en Bujedo en 1922. Ferviente defensor de la España Católica en la educación y en la prensa escrita. Fue fusilado en Turón (Asturias) el 9 de Octubre de 1934. Reconocido como Santo por S.S. Juan Pablo II el 21 de Noviembre de 1999.

Buenos Aires lo vio nacer hace ciento tres años. A las cinco de la mañana del 31 de Octubre de 1910, en la casa de la calle Treinta Tres 1075 del barrio de Boedo, llegó al mundo Héctor Antonio Valdivielso Sáez.
Sus padres, inmigrantes españoles, fueron Benigno Valdivielso y Aurora Sáez. Tuvieron cinco hijos: Héctor, José Alfredo, Zulema, César Manuel y María Luisa.
Héctor fue bautizado el 26 de mayo de 1913 en la Iglesia de San Nicolás de Bari, que por  entonces estaba ubicada en donde hoy se erige el obelisco porteño.
Al año siguiente, la familia Valdivielso decidió regresar a España, estableciéndose en Briviesca (Burgos). Benigno era talabartero y al poco tiempo viajó a Méjico en busca de nuevos horizontes.
En Briviesca el pequeño Héctor cursó el jardín de infantes y la escuela primaria, tomó la Primera Comunión y la Confirmación.
Al cumplir doce años, ingresó junto a su hermano José Alfredo,  a la vida religiosa con los Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle, en la localidad de Bujedo (Burgos).
Hacia la mitad del segundo año, surgió una posibilidad que agudizó su fantasía. Los Superiores cursaron una invitación a los aspirantes a la vida de Hermanos, para continuar sus estudios en el Centro Internacional de la Congregación, que entonces se hallaba en Lembecq-lez-Hall, en Bélgica. Se pretendía educar allí a personas abiertas, que estuvieran dispuestas a residir en cualquier país en que se pudieran requerir sus servicios educativos, sobre todo en los países más pobres y en las misiones.
Su carácter valeroso y vivaz, acrecentó su fantasía. Escribió a su padre a Méjico y a su madre a Briviesca, solicitándoles la autorización para realizar su tarea educativa en donde se lo requiriera.
El hecho de haber nacido en Buenos Aires, y de tener a su padre en otro país, parece que le hizo percibir el mundo como más pequeño. Hablaba de su deseo de misionar en Brasil, o de regresar a Argentina “nuestra patria”, como él la denominaba.
En octubre de 1924, viajó con otros compañeros y un profesor a Bélgica. En las decenas de cartas que envió a sus padres, muestra su preocupación y su sensibilidad por las dificultades que enfrentan las personas en las distintas regiones del planeta. Su corazón se hacía cada vez más universal y se hallaba generosamente disponible para dirigirse a cualquier rincón de la tierra en donde se lo necesitara.
Al año siguiente ingresó al Noviciado, recibió el hábito religioso y un nuevo nombre: Hermano Benito de Jesús.
El 7 de octubre de 1927, emitió los primeros votos religiosos en la hermosa capilla de Lembecq-lez-Hall. Para él fue la coronación de una etapa importante de su vida. Se sintió lleno de alegría y de afanes misioneros, ahora alentados por su compromiso religioso. Unos días después, se inscribió en la Comunidad del Escolasticado de Bujedo, a donde fue enviado para realizar sus estudios de profesor.
En agosto de 1929 fue enviado a ejercer su apostolado educativo a la Escuela de Astorga (León). Al momento de llegar a esta, trabajaban en ella cinco Hermanos que enseñaban a casi trescientos alumnos. El Hermano Héctor no se acobardó por el trabajo ni por las dificultades. Puso en juego toda su inteligencia práctica y su energía creadora para conseguir resultados eficaces. En poco tiempo, se ganó la reputación de excelente educador, pues atendía con singular esmero a todos los alumnos, sobre todo a los más retrasados.
San Héctor fue un lector infatigable. Se dio cuenta del valor que podía tener la buena prensa. Por esto promovió la lectura de las revistas católicas y combatió las malas lecturas que resultaban nocivas para los niños y las familias.
Sus dotes literarias sobresalían por la elegancia con que se expresaba oralmente y la precisión con que lo hacía por escrito: modelo de claridad, orden y limpieza. Estos talentos los puso al servicio de la prensa católica. Escribió varios artículos en el periódico “La luz de Astorga”. Lo dominaba y alentaba un verdadero sentimiento religioso alejado de intencionalidades partidarias.
La política sectaria impuesta por la República española, lo inclinó hacia  actitudes algo encendidas. La difusión de la buena prensa se convirtió en una obsesión.
Sus alumnos fueron el centro de sus esfuerzos y de sus inquietudes. Se preocupaba personalmente por cada uno de ellos y los alentaba en sus estudios. Disfrutaba jugando con ellos al fútbol en los recreos y era conocido como “el argentino”.
Su llegada a Asturias     
La situación política fue empeorando. Después de veinticuatro años de trabajo en la escuela, los Hermanos debieron ausentarse, merced a la Ley de Confesiones Religiosas, que prohibía ejercer la docencia a miembros de congregaciones religiosas. Como despedida, el pueblo de Astorga les brindó un gran homenaje.
Por ese entonces, debido a la situación que se estaba generando en Asturias en contra de la Iglesia, los  Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle, decidieron reemplazar a todos los integrantes de la Comunidad que estaban atendiendo una escuela, en la ciudad minera de Turón.
Transcurría el año 1933 y la situación socio-política de Asturias se tensa ante el crecimiento de los anarquistas, los socialistas y los comunistas. El movimiento de los obreros de las minas, se organizó y fue particularmente agresivo contra la alianza Iglesia-Estado. Los Hermanos no podían usar el hábito religioso, aunque todo el pueblo sabía lo que eran.
Héctor había recibido la consigna de organizar la Congregación del Niño Jesús, a fin de generar inquietudes espirituales y religiosas entre los niños del colegio. Organizó Ejercicios Espirituales para los jóvenes católicos. Atendió a las reuniones y actividades de estos y multiplicó sus esfuerzos por hacer el bien donde y como pudiera.
Escribió varios artículos en el diario asturiano “Región”, en los que siguió defendiendo sus convicciones, pese a que la situación era cada vez más adversa.
El 5 de octubre de 1934, estalló la revolución. Mientras los Hermanos se preparaban para la misa, los revolucionarios tomaron por asalto el colegio y se los llevaron detenidos a la Casa del Pueblo. Allí los tuvieron durante cuatro días. Sus captores recibieron varios pedidos de la gente del pueblo para que los liberaran. Todo fue en vano.
A la una de la madrugada del 9 de Octubre, uno de los revolucionarios llamado Silverio Castañón, les comunicó que iban a ser llevados al cementerio para ser fusilados.
Eugenio Mediavilla, otro de los militantes que los custodió, dijo:” no les vi quejarse en ningún momento y estuvieron todo el tiempo rezando...... Eran unos Santos, que no le hicieron mal a nadie”. Fueron condenados  por “odio a la fe”.
Beatificación y Canonización
El Hermano Telmo Meirone, Presidente de la Fundación La Salle, fue y es una de las personas que más ha ayudado a difundir la vida de San Héctor.
Nos contó lo que percibió en su primer viaje a Turón, cuando indagó entre los pobladores que recuerdo tenían de los mártires Lasallanos.
“En la población no era un tema indiferente. Ahí había mucho dolor callado, porque la revolución de Asturias que fue en el 34 (…) generó muchas muertes. Mucho dolor de todos los bandos. Era como un tema que nadie quería hablar. Me enteré que hubo cantidad de gente viviendo a escondidas en la montaña(...) gente que vivió cinco o seis años escondidos en la alta montaña y que a través de familiares y amigos recibían ayuda”.
Una persona ante su consulta le respondió: “Ahí hubo muchas muertes. De ese tema no quiero hablar”
En la amable e interesante conversación con el Hermano Meirone, nos remarcó su devoción por San Héctor y como se fue dando el proceso hasta llegar a la beatificación  el 29 de abril de 1990 de los Mártires de Asturias: Hermanos Cirilo Beltrán, Marciano José, Julián Alfredo, Victorino Pío, Benjamín Julián, Augusto Andrés, Benito de Jesús (San Héctor), Aniceto Adolfo y el Padre Inocencio.
Ese mismo día, en la ciudad de León, Nicaragua, Rafaela Bravo Jirón, de veintidós años, fue curada milagrosamente invocando a los Mártires de Asturias. Padecía un cáncer de útero.
Entre 1994 y 1998 se realizaron diversos trámites de consultas a médicos y a teólogos sobre diversos aspectos de la curación de la mujer. Todos los consultores teólogos expresaron su voto informativo considerando la curación como un milagro.
El 21 de Noviembre de 1999, fue canonizado por S.S. Juan Pablo II.
De esta manera San Héctor se convierte en el primer argentino en llegar a la Santidad, y el único Héctor del Santoral.

Fuentes: Hno. Telmo Meirone, Presidente de la Fundación La Salle. Parroquia Basílica San Nicolás de Bari: Sra. Estrella de la Canal.  www.sanhector.org.ar 

Carlos A. IALORENZI ARAUJO                  
             

     



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