Nació en Buenos Aires en 1910.
A los cuatro años se radicó en España con su familia. Ingresó en las
Escuelas Cristianas de La Salle en Bujedo en 1922. Ferviente defensor de la
España Católica en la educación y en la prensa escrita. Fue fusilado en Turón
(Asturias) el 9 de Octubre de 1934. Reconocido como Santo por S.S. Juan Pablo
II el 21 de Noviembre de 1999.
Buenos Aires lo vio nacer hace ciento tres años. A
las cinco de la mañana del 31 de Octubre de 1910, en la casa de la calle
Treinta Tres 1075 del barrio de Boedo, llegó al mundo Héctor Antonio
Valdivielso Sáez.
Sus padres, inmigrantes españoles, fueron
Benigno Valdivielso y Aurora Sáez. Tuvieron cinco hijos: Héctor, José Alfredo,
Zulema, César Manuel y María Luisa.
Héctor fue bautizado el 26 de mayo de 1913
en la Iglesia de San Nicolás de Bari, que por
entonces estaba ubicada en donde hoy se erige el obelisco porteño.
Al año siguiente, la familia Valdivielso
decidió regresar a España, estableciéndose en Briviesca (Burgos). Benigno era
talabartero y al poco tiempo viajó a Méjico en busca de nuevos horizontes.
En Briviesca el pequeño Héctor cursó el
jardín de infantes y la escuela primaria, tomó la Primera Comunión y la
Confirmación.
Al cumplir doce años, ingresó junto a su
hermano José Alfredo, a la vida
religiosa con los Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle, en la
localidad de Bujedo (Burgos).
Hacia la mitad del segundo año, surgió una
posibilidad que agudizó su fantasía. Los Superiores cursaron una invitación a
los aspirantes a la vida de Hermanos, para continuar sus estudios en el Centro
Internacional de la Congregación, que entonces se hallaba en Lembecq-lez-Hall,
en Bélgica. Se pretendía educar allí a personas abiertas, que estuvieran
dispuestas a residir en cualquier país en que se pudieran requerir sus
servicios educativos, sobre todo en los países más pobres y en las misiones.
Su carácter valeroso y vivaz, acrecentó su
fantasía. Escribió a su padre a Méjico y a su madre a Briviesca, solicitándoles
la autorización para realizar su tarea educativa en donde se lo requiriera.
El hecho de haber nacido en Buenos Aires, y
de tener a su padre en otro país, parece que le hizo percibir el mundo como más
pequeño. Hablaba de su deseo de misionar en Brasil, o de regresar a Argentina
“nuestra patria”, como él la denominaba.
En octubre de 1924, viajó con otros
compañeros y un profesor a Bélgica. En las decenas de cartas que envió a sus
padres, muestra su preocupación y su sensibilidad por las dificultades que
enfrentan las personas en las distintas regiones del planeta. Su corazón se
hacía cada vez más universal y se hallaba generosamente disponible para
dirigirse a cualquier rincón de la tierra en donde se lo necesitara.
Al año siguiente ingresó al Noviciado,
recibió el hábito religioso y un nuevo nombre: Hermano Benito de Jesús.
El 7 de octubre de 1927, emitió los
primeros votos religiosos en la hermosa capilla de Lembecq-lez-Hall. Para él
fue la coronación de una etapa importante de su vida. Se sintió lleno de
alegría y de afanes misioneros, ahora alentados por su compromiso religioso.
Unos días después, se inscribió en la Comunidad del Escolasticado de Bujedo, a
donde fue enviado para realizar sus estudios de profesor.
En agosto de 1929 fue enviado a ejercer su
apostolado educativo a la Escuela de Astorga (León). Al momento de llegar a
esta, trabajaban en ella cinco Hermanos que enseñaban a casi trescientos
alumnos. El Hermano Héctor no se acobardó por el trabajo ni por las
dificultades. Puso en juego toda su inteligencia práctica y su energía creadora
para conseguir resultados eficaces. En poco tiempo, se ganó la reputación de
excelente educador, pues atendía con singular esmero a todos los alumnos, sobre
todo a los más retrasados.
San Héctor fue un lector infatigable. Se
dio cuenta del valor que podía tener la buena prensa. Por esto promovió la
lectura de las revistas católicas y combatió las malas lecturas que resultaban
nocivas para los niños y las familias.
Sus dotes literarias sobresalían por la
elegancia con que se expresaba oralmente y la precisión con que lo hacía por
escrito: modelo de claridad, orden y limpieza. Estos talentos los puso al
servicio de la prensa católica. Escribió varios artículos en el periódico “La luz de Astorga”. Lo dominaba y
alentaba un verdadero sentimiento religioso alejado de intencionalidades
partidarias.
La política sectaria impuesta por la
República española, lo inclinó hacia
actitudes algo encendidas. La difusión de la buena prensa se convirtió
en una obsesión.
Sus alumnos fueron el centro de sus
esfuerzos y de sus inquietudes. Se preocupaba personalmente por cada uno de
ellos y los alentaba en sus estudios. Disfrutaba jugando con ellos al fútbol en
los recreos y era conocido como “el
argentino”.
Su
llegada a Asturias
La situación política fue empeorando.
Después de veinticuatro años de trabajo en la escuela, los Hermanos debieron
ausentarse, merced a la Ley de Confesiones Religiosas, que prohibía ejercer la
docencia a miembros de congregaciones religiosas. Como despedida, el pueblo de
Astorga les brindó un gran homenaje.
Por ese entonces, debido a la situación que
se estaba generando en Asturias en contra de la Iglesia, los Hermanos de las Escuelas Cristianas de La
Salle, decidieron reemplazar a todos los integrantes de la Comunidad que
estaban atendiendo una escuela, en la ciudad minera de Turón.
Transcurría el año 1933 y la situación
socio-política de Asturias se tensa ante el crecimiento de los anarquistas, los
socialistas y los comunistas. El movimiento de los obreros de las minas, se
organizó y fue particularmente agresivo contra la alianza Iglesia-Estado. Los
Hermanos no podían usar el hábito religioso, aunque todo el pueblo sabía lo que
eran.
Héctor había recibido la consigna de
organizar la Congregación del Niño Jesús, a fin de generar inquietudes
espirituales y religiosas entre los niños del colegio. Organizó Ejercicios
Espirituales para los jóvenes católicos. Atendió a las reuniones y actividades
de estos y multiplicó sus esfuerzos por hacer el bien donde y como pudiera.
Escribió varios artículos en el diario
asturiano “Región”, en los que siguió
defendiendo sus convicciones, pese a que la situación era cada vez más adversa.
El 5 de octubre de 1934, estalló la
revolución. Mientras los Hermanos se preparaban para la misa, los
revolucionarios tomaron por asalto el colegio y se los llevaron detenidos a la
Casa del Pueblo. Allí los tuvieron durante cuatro días. Sus captores recibieron
varios pedidos de la gente del pueblo para que los liberaran. Todo fue en vano.
A la una de la madrugada del 9 de Octubre,
uno de los revolucionarios llamado Silverio Castañón, les comunicó que iban a
ser llevados al cementerio para ser fusilados.
Eugenio Mediavilla, otro de los militantes
que los custodió, dijo:” no les vi
quejarse en ningún momento y estuvieron todo el tiempo rezando...... Eran unos
Santos, que no le hicieron mal a nadie”. Fueron condenados por “odio a la fe”.
El Hermano Telmo Meirone, Presidente de la
Fundación La Salle, fue y es una de las personas que más ha ayudado a difundir
la vida de San Héctor.
Nos contó lo que percibió en su primer
viaje a Turón, cuando indagó entre los pobladores que recuerdo tenían de los
mártires Lasallanos.
“En la población no era un tema indiferente.
Ahí había mucho dolor callado, porque la revolución de Asturias que fue en el
34 (…) generó muchas muertes. Mucho dolor de todos los bandos. Era como un tema
que nadie quería hablar. Me enteré que hubo cantidad de gente viviendo a
escondidas en la montaña(...) gente que vivió cinco o seis años escondidos en
la alta montaña y que a través de familiares y amigos recibían ayuda”.
Una persona ante su consulta le respondió:
“Ahí hubo muchas muertes. De ese tema no quiero hablar”
En la amable e interesante conversación con
el Hermano Meirone, nos remarcó su devoción por San Héctor y como se fue dando
el proceso hasta llegar a la beatificación
el 29 de abril de 1990 de los Mártires de Asturias: Hermanos Cirilo Beltrán,
Marciano José, Julián Alfredo, Victorino Pío, Benjamín Julián, Augusto Andrés,
Benito de Jesús (San Héctor), Aniceto Adolfo y el Padre Inocencio.
Ese mismo día, en la ciudad de León,
Nicaragua, Rafaela Bravo Jirón, de veintidós años, fue curada milagrosamente
invocando a los Mártires de Asturias. Padecía un cáncer de útero.
Entre 1994 y 1998 se realizaron diversos
trámites de consultas a médicos y a teólogos sobre diversos aspectos de la
curación de la mujer. Todos los consultores teólogos expresaron su voto
informativo considerando la curación como un milagro.
El 21 de Noviembre de 1999, fue canonizado
por S.S. Juan Pablo II.
De esta manera San Héctor se convierte en
el primer argentino en llegar a la Santidad, y el único Héctor del Santoral.
Fuentes: Hno. Telmo Meirone, Presidente de
la Fundación La Salle. Parroquia Basílica San Nicolás de Bari: Sra. Estrella de
la Canal. www.sanhector.org.ar
Carlos A. IALORENZI
ARAUJO
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